Pasión del Señor

La liturgia del Viernes Santo se compone de tres momentos: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Cruz y Comunión. En este día y a través de esta liturgia, se invita a los fieles a fijar su mirada en Jesús, el Crucificado. Cristo murió en la Cruz para llevar a cabo la misión de salvación que el Padre le había confiado: «He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo». «Él -dice Isaías- tomó sobre sí nuestros sufrimientos, cargó con nuestros dolores, y nosotros lo juzgamos castigado, golpeado por Dios» (Is 52,13-53,12). Jesús pagó con su vida el precio más alto por nuestra desobediencia, y lo hizo con amor y por amor: «Jesús, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que os enriquecierais con su pobreza» (2 Cor 8,9).
A la sombra del Viernes Santo, cada uno de nosotros puede ponerse ante la Cruz y confrontarse con el Señor Jesús sobre sus propios problemas, sus dramas, sus propios sufrimientos. Todas las cuestiones de la vida están iluminadas por la Cruz, hasta el punto de que podríamos decir realmente que «el corazón tiene razones que la razón no entiende». Hay que seguir al Señor Jesús en el amor, hasta el final. Como Él nos ha amado.