Queridos hermanos:

La liturgia de hoy es bella y profunda y seguimos encontrando signos que nos ilumina en este itinerario cuaresmal.

En un primer momento resalto el acontecimiento de la Transfiguración del Señor. Sin duda, es un hecho que Jesús nos revela su identidad divina y su destino mesiánico sin embargo, a la luz de este episodio, la invitación es una realidad de transformación dinámica tal como San Pablo nos invita: irnos transfigurando en imagen de Dios por obra del Espíritu (2 Cor 3,18).

¿Mis acciones como cristiano, son signo de esa constante transfiguración a imagen de Dios?

El Evangelio menciona a tres de los discípulos de Jesús: Pedro, Santiago y Juan a quienes llevó a una montaña alta. Nuevamente nos presenta un escenario: la montaña, lugar de encuentro, de oración. Es en este lugar donde Jesús muestra su gloria para que los discípulos no solo tengan la experiencia de la Transfiguración sino para que entiendan el significado de la cruz.
¿Deseo subir con Jesús a la Montaña para escucharlo y mirarlo ya sólo a Él? ¿En qué debo cambiar?

Finalmente, el texto menciona que los discípulos, «al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús» (Mt 17,8). El Señor nos invita a subir con Él a la Montaña, pero el subir no implica quedarse allí y caer en la tentación de decir como Pedro: ”Señor, ¡qué bien se siente aquí…» (Mt 17,4) sino implica bajar a la realidad de la Pasión pero que, al final de cuentas, nos conducirá a la gloria de la Resurrección.

Pidamos al Señor que nos permita encontrarnos en este itinerario cuaresmal, que podamos subir con Él a la montaña y reconfigurar nuestra vida de fe, de esperanza y de amor para vivir plenamente la Pascua del Señor.

Con mi cariño y bendición
Pbro. Renato Pompa Izaguirre

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1er. Domingo de Cuaresma