Queridos hermanos:

El evangelio de hoy nos presenta el milagro de la curación de un ciego de nacimiento y es a la luz de este pasaje que comparto con ustedes tres puntos referentes en esta preparación a la Pascua del Señor.

El primer punto es el personaje que aparece en el evangelio. Ahora es un ciego de nacimiento quien se encuentra con el Mesías, un hombre de gestos sencillos, pues Jesús mira con compasión, se inclina, toca la tierra y toca los ojos de aquel hombre, además que le ordena lavarse en la piscina… ¿Descubro, día a día, que el Señor pasa enfrente de mí para darle sentido a mi manera de ver la vida?


Con un gesto que nos recuerda la creación del hombre (Gn 2,7), Jesús unta los ojos del ciego y le propone un acto de fe: caminar en oscuridad, confiando en la Palabra del Señor, hasta la piscina del Enviado (Siloé) a lavarse. La obediencia es la mínima expresión de fe. ¿Qué pasos he dado en mi proceso de fe?


Finalmente, Cristo es la luz del mundo, pero nosotros nos empeñamos a ver la luz con lentes de madera; por soberbia no dejamos que entre a nuestras vidas, nuestros hogares y tristemente en nuestros grupos parroquiales. Podemos caer en la tentación de ser como los fariseos, que no creían que un pecador pudiera hacer milagros solo porque no era de su grupo y no cumplía sus leyes.

La invitación es a hacerse corresponsables con la propia vida y la vivencia en comunidad; participar en comunión es un compromiso fuerte, en el cual debemos poner atención para seguir construyendo la salvación: caminar juntos como Iglesia universal y diocesana, dejarse conducir para poder ser buenos guías en el futuro (Mt 15,14).

con mi cariño y bendición
Pbro. Renato Pompa Izaguirre